21.10.06

Old Boy


Juan Pablo Valero

Ante la fórmula desgastada de cine americano, las audiencias están buscando alternativas para su deleite y es por eso que los adictos al terror están concentrados en el mundo oriental; los de la acción están viendo filmes chinos, franceses y japoneses y los que quieren sorpresas deciden ver largometrajes de varias nacionalidades tratando de hallar lo que Hollywood perdió hace unos tres años: La originalidad.
Una alternativa para los cinéfilos que quieren ver elementos nuevos y concepción novedosa de los personajes es "Old Boy", aunque su temática puede ser fuerte para los ciudadanos sensibles que gusten de cintas sin complicaciones, porque esta producción, en la que se centra la columna del día hoy, es bastante intensa e incómoda por la temática que aborda sin tapujos de ninguna naturaleza.
Esta producción de Corea del Sur narra el extraño momento en que Oh Dae-su (Choi Min-sik) pierde su vida perfecta en el año de 1988, cuando es secuestrado por un grupo misterioso y tiene que abandonar su vida perfecta conformada por una hermosa esposa y una linda hija.
Cuando recobra el conocimiento se encuentra en una habitación desconocida. Cuando intenta escapar se da cuenta que está encerrado y en su nueva prisión se entera de hechos devastadores a través de la televisión que está instalada en ese cuarto; con pavor se entera que él es el principal sospechoso de un brutal crimen y no puede salir para defenderse de esas acusaciones.
Los minutos mueren para darle paso a las horas; las horas hacen lo mismo para darle bienvenida a los días y estos últimos fenecen al pie de los años; y Oh Dae-su sigue prisionero en ese lugar, donde siempre es atendido por un personal que hace labores de limpieza, peluquería y cocina, dándole todo lo que necesita para vivir.
A pesar de todos sus intentos por escapar, el protagonista sigue anclado en su espacio de 15 metros cuadrados, reeducándose con la programación de la televisión, escribiendo en un cuaderno una lista de las personas a quienes hizo daño y con el fiel deseo de vengarse de la persona que lo convirtió en un esclavo del tiempo perdido.
Durante los quince años que estuvo de reo, Oh Dae-su hace ejercicios mentales y físicos para prepararse para el momento en el que se enfrentará a su enemigo, quien decide liberarlo en la azotea de un edificio, con una cartera llena de dinero y un celular.
Cuando el cautivo sale y se acostumbra a la luz solar, recibe la llamada que esperaba y habla por primera vez con quien lo mantuvo encerrado. Cuando al fin lo tiene cara a cara, su némesis le recomienda que se tome unos días para saber el por qué de la terrible acción en su contra; el protagonista tiene que sublevar su deseo de venganza y averiguar las razones que lo llevaron a perder 15 años de su vida y así matar la legión de demonios que lleva por dentro.
Hablar más sobre la trama es correr el riesgo de develar elementos muy sorpresivos de esta historia que mezcla tópicos encontrados en las historietas, animes y la tragedia de la Grecia antigua, con pinceladas del cine de terror y suspenso clásico.
El director Park Chan-wook, hace un excelente trabajo detrás de las cámaras, llevando al espectador a un mundo de imágenes muy fuertes y poderosas, que a pesar de tener elementos violentos en ellas, sólo las muestra lo necesario y así evita caer en los errores de otros colegas que se vanaglorian mostrando escenas dantescas sin ningún tipo de contenido.
El verdadero impacto de la cinta no está en lo gráfico de la película, sino en lo que el cinéfilo va a recibir en su psiquis, porque los temas que se tocan son bastante fuertes y la resolución de los conflictos son una especie de bofetada anímica que llegará cuando menos se espere y será tan poderosa que cambiará las apreciaciones de cada uno de los personajes que intervienen en la trama.
Las actuaciones están fuera de serie, el protagonista Choi Min-sik supo plasmar un complejo personal capaz de cambiar la forma de ser, la vida de una persona que pasa del adolescente enfadado con las autoridades y con un enorme cóctel de hormonas, a un adulto esquemático en búsqueda de válvulas de escape como la bebida para al final convertirse en una especie de monstruo por las vivencias amargas que le ha tocado vivir las cuales, paradójicamente, lo preparan para hechos aún peores que no pueden ser imaginados por el público que ve esta cinta.
Woo Ji-tae interpreta a Lee Woo-jin, quizás uno de los malvados más malvados de la historia del cine, un personaje repleto daños físicos, morales, psicológicos y sentimentales, con una necesidad abominable de destruir todo a su paso, incluyendo su propia vida porque, para desenvolverse en ese lado oscuro con tanta naturalidad, deberá colocar su alma como parte de pago.
Entre estos dos personajes que renuncian a los estereotipos y se convierten en una especie de promotores del juego del gato y el ratón, cada cual con sus armas, cada cual con sus debilidades, mantendrán al espectador atento a la resolución de esta historia que toca los aspectos malévolos de este par de seres humanos.
Ambos están sujetos a ser una minúscula parte de un todo mucho más complejo, de un universo donde cada nacido en la tierra tiene todo y nada que ver al mismo tiempo.
La cinta hace un llamado muy claro a la audiencia, donde los invita a reflexionar sobre el rol de cada uno y de cómo cualquier acción, por tonta que sea, puede tener consecuencias y algunas de ellas pueden cambiar vidas e incluso, abonar la tierra de sepulcros y ser el inicio del declive final de uno mismo.

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