25.2.07

El último Rey de Escocia


Juan Pablo Valero

Idi es un nombre que, a pesar de tener tres letras, llena de terror y de dolor a muchos africanos ya que es el patronímico de uno de los dictadores más carismáticos y crueles de la historia del mundo, quien durante 8 años impuso la muerte como sello de su gobierno en Uganda.
"El último Rey de Escocia" es una cinta que muestra cómo este general se perdió en sus laberintos, los mismos que ostentan el poder, los mismos en los que se hundió y llevó parte del alma de un país en esa caída que tardó casi una década.
El gran favorito a llevarse el premio como Mejor Actor, Forest Whitaker, hace un excepcional papel al interpretar al tirano Idi Amin, una cautivante pero mortal figura que trataba de vestirse de santo cuando en realidad era un demonio.
El presidente de Uganda provenía de una humilde aldea llamada Arua, la cual estaba bajo las creencias musulmanas; fue cocinero de las fuerzas británicas, campeón nacional de boxeo, militar, general en jefe de las fuerzas armadas en el gobierno de su antecesor Milton Obote, quien era su gran amigo y que posteriormente derrocó sin ningún remordimiento.
Traicionó sus creencias al aliarse con Israel e Inglaterra para este movimiento militar y mantuvo esa línea de apoyo hacia la corona británica unos años, pero posteriormente cambió de parecer y abrazó las causas más extremistas del mundo musulmán, desterró a más de 80 mil extranjeros de su país, asesinó a más de 300 mil personas de diferentes y crueles maneras y formó parte de los capítulos más oscuros de la historia al apadrinar el secuestro de un avión israelí.
Amin fue un mandatario que rozó siempre la locura porque acostumbraba a llamar a otros presidentes a altas hora de la noche para decirles tonterías, llegar a la residencia de la Reina de Inglaterra sin avisar, proponerse como rey para el Reino Unido; usaba faldas escocesas, bailaba y cantaba. Pero su mayor signo de demencia fue concentrar todo el poder de un país en sí mismo para desangrar su terruño.
Whitaker muestra a la perfección las contradicciones de un hombre que llegó al poder con la necesidad de darle todo a su pueblo, de ser un factor de cambio hacia la modernización de una joven nación africana, pero al final cayó de rodillas ante sus odios y se convirtió en un monstruo silencioso que desconfiaba de todos, por eso cometió crímenes atroces en contra de la humanidad.
Esta película fue duramente castigada por la magistral actuación de Whitaker, quien captó toda la atención y relegó ésta a un segundo lugar, a pesar de tener la calidad suficiente para aspirar al premio de la academia como mejor película, quizás una de las pocas injusticias de este año en los galardones.
La película empieza con un salto a un lago, una etapa culminada, un deseo indomable de aventura que terminó con un dedo sobre una nación africana, luego de experimentar el azar del movimiento giratorio de un globo terráqueo.
El recién graduado doctor Nicholas Garrigan (James McAvoy) decide escaparse de la sombra de su reconocido padre y decide ir a Uganda para saciar su sed de aventuras y se encuentra en una pequeña aldea con un grupo de médicos que hace una labor humanitaria a la cual se pliega con la mejor de las esperanzas, hasta que un evento cambiará su vida.
Se encontró frente a frente con el presidente Idi Amin, quien quedó fascinado con la sinceridad del joven escocés y lo invita a ser su médico de cabecera y a emprender un proyecto de profundos cambios en la salud de esa nación, sin saber que al aceptar esa proposición estaría firmando un pacto con el diablo y lo que en ese momento era un sueño, se convertiría en una oscura pesadilla.
El doctor Garrigan tendrá que enfrentarse al hecho de vivir con las muertes de un hombre al cual admiró en un principio o poner en riesgo su vida al defender lo que consideraba la verdad. Pero el macabro destino lo colocó frente a una alternativa que terminó con la muerte más sangrienta del régimen del "Big Daddy", como le decían sus detractores.
"El último Rey de Escocia" es una película para reflexionar sobre el hecho de que las buenas intenciones no bastan para cambiar al mundo pero sí son suficientes para convertir un paraíso en un mural de decadencia humana.



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