3.9.07

En ausencia de adjetivos


Ante la presencia del doctor Enrique Tejera París no es difícil quedarse sin adjetivos; no es porque esta persona no se los merezca, sino por el contrario, resulta complicado conseguir alguno que pueda calzar con todo lo que ha hecho este venezolano universal.

A pesar de que nuestro invitado a lo largo de su vida se ha encargado de colocar algunas tildes y puntos en la historia de Venezuela en aquellos fragmentos que apenas se esbozan en conjunción pasada y que sin duda pronto formarán parte de la memoria colectiva, nuestro invitado no deja de vestirse con un traje de sencillez y ejecuta a la perfección el arte de las respuestas sin darle importancia a la naturaleza de la pregunta, siempre con un verbo elegante, cándido e impregnado de ese humor tan propio de su gentilicio.

Su padre fue el doctor Enrique Guillermo Tejera Guevara, un ilustre médico carabobeño, quien fue héroe de una Venezuela que se levantaba de las montoneras, un hombre que hizo de la ciencia su legado y conquistó la eternidad con su sabiduría, siendo el responsable de muchos alumbramientos que sacaron a este país de la oscuridad de la incertidumbre para llevarlo al umbral del conocimiento.

Cuando su padre trabajaba en los campos petroleros en el estado Zulia y su madre, Valentina París, estaba en estado, se tomó la decisión de que su lugar de nacimiento fuera Caracas. Y así su progenitora viajó en mula, tren, una pequeña embarcación y otra de gran tamaño en la cual llegó al puerto de La Guaira y, por último, los caminos pertinentes que le llevaron a La Pastora, lugar donde nació.

El primer capítulo de la vida de este hombre que heredó el nombre de su padre y su abuelo, mostró lo que sería el futuro de este hombre Porque desde antes de su primer día en la residencia del planeta tierra, ya estaba bañado de meridianos y paralelos, de puertos que recibían a todos con los brazos abiertos y una muestra de cada rincón de su país, terruño que nunca abandonó su corazón cuando años más tarde hizo su labor en varias esquinas del mundo.Se confiesa un hombre feliz y abre la bitácora de sus recuerdos para mostrar instantes de su vida y recordar a compañeros de clases, quienes también se ganaron su espacio en la historia vernácula; de las luces de París cuando fueron captadas por sus pupilas que aún no alcanzaban la adolescencia, y de aquel avión que perdió, y del camino que ante él se abrió casi de inmediato, un sendero que le cambió la vida.

Enrique Tejera París, quien de adolescente fuera Presidente del FCU como sucesor de Jóvito Villalba y de Raúl Leoni, el mismo que cayó preso por un apasionado discurso y escribiera un libro dentro de la cárcel, estaba en Chile como representante de las Naciones Unidas cuando se encontró con quien sería el amor de su vida y, luego de una charla, una conferencia y una cena propiciada por un rector, nació una historia de amor que tiene ahora 50 años.

A partir de ese instante, su esposa se recubrió de una bandera que para ese entonces tenía tres franjas y siete estrellas, para convertirse en una venezolana de pura cepa mientras que el compañero de toda su vida comenzaba un camino en donde, ante la ausencia de un adjetivo para arroparlo, conquistó el agradecimiento de muchos y llegó al pedestal de los valientes que nunca tuvieron miedo de pensar y hacer lo que nadie se imaginó para cambiar al mundo.

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